Recibió una llamada inesperada que cambió su semblante. Al otro lado de la barra estaba ella aburrida, un fin de semana más sin pena ni gloria. Sus cafés y su sonrisa eran lo mejor de aquel lugar. Al ver que aquel cliente se olvidaba aquello corrió tras él, pero este se subió a un taxi dejando un reguero de tristeza en la amable camarera.
El día acabó y las luces del bar se apagaron y con él las esperanzas de devolver esa chaqueta que tan bien olía. Al salir, una fina lluvia cubría las calles de Madrid y se cubrió la cabeza con el abrigo. De golpe, la lluvia cesó gracias a un paraguas rojo. Allí estaba él con una leve sonrisa en busca de su objeto perdido y quién sabe si conociendo también a su alma perdida.
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