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Como cada día Juan se disponía a entrar al trabajo con un café en sus manos, algo que le activaba de buena mañana. Salía del establecimiento donde habitualmente compraba su agitador emocional. Le dio un pequeño sorbo a ese expresso que tanto ansiaba, saboreaba los escasos minutos que le faltaban para su vuelta a la rutina con tan mala suerte que cayó sobre su cabeza una gran pieza de metal de una obra por la que justo pasaba. Inmediatamente fue hospitalizado al centro más cercano. El personal del recinto médico temía por su vida ya que el golpe le causó una fuerte conmoción, pero pudo ser trasladado a otra planta al no correr ningún peligro. Se le hicieron varias pruebas para confimar que no sufriera ninguna secuela, todo parecía estar correcto, aunque poco a poco fue perdiendo la memoria. No sabía quién era, a qué se dedicaba, dónde vivía... Solo recordaba que no tenía nadie a quien recurrir. Se encontraba totalmente solo en este mundo a pesar de la vida activa que llevaba.
Realizó ejercicios recomendados por su doctor para mejorar su situación, aunque las técnicas no funcionaban. Al final de cada día, tras cerrar sus ojos en un profundo sueño, su cerebro borraba todo aquello que había almacenado aquel día. Su nivel de desperación era tal que un buen día creyó obtener la solución a sus problemas: el mundo del tatuaje. Aquellos garabatos para toda la vida podían ayudarle en su recuperación, información básica por ejemplo, que no debería volver a escribir cada día y guardar en el bolsillo de su pantalón. Su cuerpo hablaría por él. Su nombre, su fecha de nacimiento y su residencia estarían siempre marcadas en el interior de su muñeca izquierda. En la otra, los nombres de los amigos que había ido haciendo tras su accidente. Consiguió una tarifa especial con su tatuadora, le estremeció su historia y la forma de afrontar su grave problema:
-Es muy encomiable el modo en que afrontas tus dificultades. Ni siquiera yo que estoy en este mundillo me atrevería a hacer algo así, exponer todos mis recuerdos por mi cuerpo.
-Lo sé, es una idea descabellada pero no tengo ninguna otra opción, es esto o revivir mis carencias día tras día y nunca avanzar.
Fue así como Juan emperzó un proceso de cambio interior y exterior que culminó con su cuerpo repleto de frases y dibujos que recordaban cada uno de los hitos que había conseguido, un breve repaso de diez minutos le bastaba para recordar aquellas cosas que más importaban, la familia que había formado junto a su tatuadora y su gran labor social ayudando a aquellos que tras tragedias medioambientales eran olvidados. Pintó en su espalda las siluetas de los países que había visitado junto a una frase que describía el objetivo que debía perseguir cada día: que nadie nunca fuera olvidado.
Me ha gustado, una estupenda manera de mantener los recuerdos vivos aunque estén en el "olvido" saludos
ResponderEliminar¡Hola! Gracias por pasarte a comentar mi relato, la verdad es que es un poco extrema la medida, pero es una solución. Desde un principio tuve claro que ese sería mi remedio contra el olvido :)
EliminarSaludos,