Sangre morada

Reto 5 líneas de Adella Brac (Dic. 2017). En imagen una almohada en el suelo frente al aparador de una tienda.
Photo by M0rph3u on Foter.com / CC BY-NC-ND

Su morada no es más que un montón de cartón y una manta hecha jirones. Lleno de esperanzas, al entrar a Europa contestó que quería llegar a Suecia, pero a nadie le importó el tono de voz con que lo decía. Corre por sus venas sangre real, de un lugar que ya no existe y que no recogen los libros de historia. Aquí, su corona de espinas espera una redención que no es bienvenida.

¡Feliz Navidad y próspero Año Nuevo 2018!


Tsunami a las ocho y media



La ola de extraordinarias dimensiones azotó sin previo aviso la isla de Zulú. Ni siquiera el centro metereológico de la capital se percató de su paso por el archiliélago. Los centros de evacuación se saturaron con la llegada de centenares de afectados que se agolpaban en sus puertas. Defender la actuación de los barangay frente a la catástrofe era imposible. Todos corrían sin saber a dónde ir y los animales eran abandonados a su suerte. Cada uno se llevaba lo puesto y se encomendaban a los nuevos y antiguos dioses (unos por imposición y otros por tradición).

Al final de una de las calles cercanas a la playa jugaban tres niñas ajenas a la catástrofe y cantaban aquella canción que contagiaba a cualquiera, pero que, en aquella situación, solo formaba parte del placebo colectivo.

Se dejó la chaqueta en el bar

Escultura en San Francisco de un arco con una flecha que impacta contra el suelo de un parque.


Recibió una llamada inesperada que cambió su semblante. Al otro lado de la barra estaba ella aburrida, un fin de semana más sin pena ni gloria. Sus cafés y su sonrisa eran lo mejor de aquel lugar. Al ver que aquel cliente se olvidaba aquello corrió tras él, pero este se subió a un taxi dejando un reguero de tristeza en la amable camarera. 

El día acabó y las luces del bar se apagaron y con él las esperanzas de devolver esa chaqueta que tan bien olía. Al salir, una fina lluvia cubría las calles de Madrid y se cubrió la cabeza con el abrigo. De golpe, la lluvia cesó gracias a un paraguas rojo. Allí estaba él con una leve sonrisa en busca de su objeto perdido y quién sabe si conociendo también a su alma perdida.

Buscando el camino

Fotografía de Vander


—¿Dónde estoy? —se preguntaba desesperado. Quería encontrar respuestas a su reclusión en ese faro. Sus días en soledad le parecían interminables.

Las olas del mar chocaban frente a ese lugar inhóspito que pocos se atrevían a franquear. Murió en el olvido. Tanto que ni siquiera él podía orientarse.