El siglo de las tinieblas



—¡Y aquí tenemos la joya de esta exposición! La hemos traído ni más ni menos que de Bubiyán — la guía no se cansaba nunca de explicar lo valioso y significativo que era este hallazgo—. Se trata de los últimos restos prebiónicos del siglo veintiuno. 

—¿Qué quieres decir con prebiónicos? Me cuesta creer que antes de nosotros existieran formas de vida independientes o que incluso compartiéramos espacio ambas especies —uno de los asistentes en nombre de todos transmitió la idea que todos tenían en mente.

 Mateo, como lo habían bautizado sus descubridores, fue humano antes de convertirse en máquina. Sangraba, lloraba y sentía como un habitante típico del siglo veintiuno. No fue hasta hace tres siglos que se le descubrió cerca del océano Índico. Yacía inerte en su esfera creada para salvar a los humanos del cambio climático: este espécimen junto a una mujer serían catapultados al espacio donde vagabundearían hasta llegar a esta estación, pero la burbuja de Mateo nunca se abrió.

—Todos permanecemos a la espera de que un día se abra y nos descubra los secretos de ese siglo que tan lejano nos queda —las palabras de la monitora retumbaban en la sala—. Una vez despierte encontraremos el secreto del por qué fueron escogidos tanto él como ella.

Lo que no sabían es que la esfera nunca se abriría. Él entró con la idea que saldría sano y salvo aunque nunca pensó que sería de forma eterna.

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