¿Dónde están los lectores del futuro?



Este post lo escribo a raíz de una conversación que tuve con una amiga respecto a las bibliotecas. Le expliqué que yo de pequeña pasaba largo tiempo allí para que mis padres pudieran trabajar tranquilos. Ella me respondió con un <<eso lo hacen muchos padres>> comentario que me chocó ya que nunca lo había visto de esa manera. A los cinco o seis años mis padres me llevaron a la biblioteca por primera vez. En ese instante apareció mi curiosidad lectora.

Últimamente he visitado de forma asidua una de las que tengo cerca de casa (tengo tres a menos de diez minutos). Allí me he dedicado a escribir, a leer e incluso a trabajar a distancia. La sala de estudio abría ininterrumpidamente de diez de la mañana a once de la noche proporcionándome un poco más de libertad para disfrutar del silencio y la concentración. En estos días me he dado cuenta que hay muchos niños que visitan la biblioteca a menudo. Muchos de ellos simplemente van a devolver los libros que han leído durante este verano para coger nuevos mientras otros pasan horas y horas en la sala infantil jugando entre ellos o jugando en línea.

Al verlos pasando largas horas allí me teletransporté a otra época en la cual yo era una de ellos y no paraba de ir de un sitio a otro. Analicé el perfil de cada uno de y la verdad es que me todos ellos tenían el mismo. Eran niños con padres u otros familiares que realmente no se encontraban acompañándolos en ese instante. A veces estos se encontraban en la planta de arriba utilizando los ordenadores que proporciona la biblioteca otros, estaban estudiando y una pequeña minoría estaba paseando el perro alrededor del edificio. Algunos de ellos entraban con sus hijos a las tres de la tarde y no se iban hasta casi las nueve de la noche. Largas horas en las que los pequeños están solos, pero gracias a que hay un par de bibliotecarias que les asisten en todo, los padres tienen la certeza de que se encuentran en buenas manos. El problema que encuentro es que esta tarea no forma parte de las funciones del bibliotecario/a y muchas veces se arman de paciencia para lidiar con algunos que no siempre son tranquilos. Es como si los familiares pensaran que son una especie de canguros que están allí para cuidar a sus hijos todas las tardes de verano.

Muchos, de tanto estar en contacto con libros de todo tipo y revistas, se han aficionado a la lectura. Quizá gracias a las diversas actividades que organiza el sitio como cuentacuentos, presentaciones de libros infantiles e incluso exposiciones llamativas sobre la magia en la literatura infantil y juvenil. Algunos de ellos se llevan hasta cuatro o cinco libros que reservan durante un mes. Los más valientes se atreven incluso con libros completamente en inglés aprovechando que es una de sus lenguas maternas.

Está claro que cualquier excusa es buena para generar un nuevo lector y cómo no, agradezco que mis padres me dejaran pasar el tiempo en una biblioteca, al igual que los niños que he conocido estos días, ya que eso me ha hecho valorar que tengo un tesoro cuando estoy acompañada por un libro. Sin ese gesto probablemente nunca hubiera conseguido obtener el récord de libros leídos en inglés de mi escuela o nunca me hubiera atrevido a escribir unas líneas fuera de mis quehaceres para expresar lo que siento. Solo espero y deseo que hayan más niños y niñas como yo que aprecien la lectura y se hagan grandes con ella porque es gratis la aventura de leer y disfrutar de nuestra imaginación.

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