Todo
empezó cuando oí aquel grito. Me despertó de aquel dulce sueño
que estaba viviendo. No me lo podía creer, por primera vez en mucho
tiempo, aunque fuera inconscientemente, rememoraba mi libertad:
corría, montaba en bici y cantaba. ¡Qué bellos recuerdos de una
infancia fugaz! Destruida por aquellos que quieren hacernos
enmudecer. Aquel grito me devolvía a la realidad, una que tantas
veces he querido poner fin, pero por aquellos que protestan, sigo
aquí.
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Aquí
seguro que encontrarían nuevas tierras que colonizar. Con los
pasos mojados se adentrarían en el interior de la selva espesa y
oscura. Desoyeron las voces que a lo lejos les llamaron para
volver al bote. Su afán por querer más les convirtió en seres
despiadados. Varios kilómetros más adentro les esperaban unos seres
bajitos y oscuros a los que más adelante les llamarían negritos.
Un enfrentamiento fatídico
se precipitó con la llegada de estos visitantes que no comprendía
sobre bandos, sino únicamente sobre supervivencia en un terreno
inhóspito.
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