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Se
escucha el eco de un grito. Una a una, las casas a lo largo de la
calle se van apagando, se quedan a oscuras. Mi casa es la siguiente.
Los aullidos de los
perros me alertan. Lentamente, unos pasos se aproximan hacia mí. No
veo nada, solo oigo ese ritmo que recorta distancia. Ha llegado la
hora. Mi alter ego viene en
mi busca. Intento dirigirme a la última puerta que me separa del
exterior. No lo consigo, su mano
abierta
me atrapa. La
posa sobre mi hombro y me
clava su puñal
en la sien. Un dolor intenso recorre mi cuerpo (piernas, barriga,
pecho, brazos...). Ese ser que niego con todas mis fuerzas, pero que
indudablemente conforma mi otra mitad, ya está aquí. La
transformación está completada: mirada ausente, corazón roto,
cuerpo frágil.