No podía ser nuestro destino más al azar: Sulawesi. Más de mil kilómetros separaban nuestra localización actual de nuestro nuevo reto. Nos encontrábamos en aquellos momentos en Abra, una montañosa región del norte de Filipinas, cuando Miguel abrió el mapa y decidió que deberíamos hacer un viaje en globo a lo grande. Qué decir tiene que no tuve ninguna influencia en su decisión, simplemente me dejé llevar como otras veces hice.
- ¿Estás seguro de que quieres ir en globo hasta Sulawesi? - le pregunté para que se diera cuenta que era una locura improvisar una expedición así a Indonesia. Ya verás como acabaremos perdidos en algún manglar espeso. ¿Por qué siempre tenemos que improvisar?
- Adoro improvisar, ¿a ti no? - preguntó Miguel sobresaliendo de sus labios una sonrisa socarrona. Te prometo que esta vez será diferente - y fue absolutamente diferente.
Iniciamos nuestro viaje a las siete de la mañana del sábado en La Cordillera. Desde allí arriba podíamos divisar los animales de granja que poseían los aldeanos de la zona. Mi compañero estaba más convencido que nunca de que esta iba a ser la definitiva, de hecho, llevaba ya tres anteriores intentos diciendo lo mismo y en aquellas ocasiones topamos irremediablemente con algún escollo que hacía imposible imposible proseguir nuestro viaje ya fueran tormentas, aludes, permisos de manejo del globo caducados... No faltaba nada en nuestra lista desgracias.
Por suerte Sulawesi fue una excepción digna de ser contada. El lugar nos maravilló y enmudeció, no pensamos que la isla podría ser tan viva y diversa. El entorno nos hipnotizó y ella nos proporcionó la hospitalidad de sus gentes. Nunca señalar el mapa seguido de un encogimiento de hombros fue tan mágico y especial.